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Aportación de la Orden a los estudios bíblicos
Primer Curso
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Anual
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Estas palabras del P. M.-J. Lagrange, el fundador de la Escuela Bíblica de Jerusalén, marcaron su vida y desde luego supuso un impulso decisivo para una nueva comprensión de la Biblia en la Iglesia Católica, cuyos frutos pudieron comenzar a recogerse a partir del Vaticano II con amplios horizontes. Pero esta fue una lucha sin cuartel que costó muchos sacrificios, muchos momentos difíciles que pudieron enterrar para siempre una nueva etapa, muy necesaria en la lectura y la compresión de la Biblia en el campo católico. Lagrange recuperó para la Orden de Predicadores una de las mejores y necesarias tradiciones para su misión: el estudio de la Sagrada Escritura, abierto a la nueva situación de la historia. Una Orden como la nuestra fundada en el s. XIII, centrada en la predicación, debe tener como centro de su vida apostólica y comunitaria la Palabra de Dios. Desde el principio muchos frailes se pusieron a la obra, privilegiando los instrumentos de trabajo que permitieran un mejor acceso a la Sagrada Escritura: concordancias, traducciones, comentarios, crítica de textos, enseñanza y estudio de las lenguas bíblicas y orientales. Se podía pensar en el grupo, a la cabeza de cual estbaa Hugo de San Caro en el París de 1230, incluso en otros como Simón de Hinton y Richard Fishacre que enseñaron exégesis en Oxford. La necesidad de conocer las lenguas orientales y conocer mejor la cultura y el ambiente originario de la Biblia, llevo a muchos hermanos a Tierra Santa y el Medio Oriente, donde se fundaron varios conventos. Visitándolos precisamente, murió cerca de San Juan de Acre el sucesor de Sto. Domingo Jordán de Sajonia (1237).
Profesor: Lic. Juan Carlos González del Cerro
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